La ingeniería genética parece cosa de ciencia ficción. Sin embargo, la posibilidad de mejorar el ADN humano desde el embrión está más cerca de lo que pensamos. En un futuro, estas técnicas serán mucho más normales de lo que son hoy
La ciencia ficción ha tratado el tema de la manipulación genética miles de veces. De hecho, la primera obra de ciencia ficción que se conoce, Frankenstein, se basaba precisamente en esta idea. Una idea que está cada vez más cerca de dar el salto a la realidad. A medida que la ciencia avanza, el sueño de mejorar la especie humana mediante ingeniería genética se va haciendo real poco a poco.
El descubrimiento de una técnica conocida con el nombre de CRISP (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats), es el paso más avanzado hacia aquello que imaginó la ciencia ficción. Se trata de un sistema mediante el que las bacterias manipulan el ADN de los virus para inutilizarlo y poder defenderse así de ellos. Siguiendo esta práctica, se podría utilizar una proteína para reescribir secuencias completas de ADN y crear seres humanos con ciertas características específicamente modificadas.
El mayor problema que plantea la ciencia de modificación genética es de tipo moral. Nos lleva a preguntarnos si sería realmente ético modificar genéticamente a un ser humano para dotarle de las características más positivas que, posiblemente, no habría obtenido de forma natural.
Si bien es cierto que la humanidad, como la conocemos hoy en día, no ha sido siempre así. El homo sapiens procede de otros homínidos que vivieron antes que él y evolucionaron para adaptarse al medio que les rodeaba. La evolución es, por tanto, un método de supervivencia que asegura la permanencia de la especie sobre la tierra mediante el traspaso de la información genética en la reproducción. Es más, se calcula que los humanos que pueblen el planeta dentro de 150.000 años ya habrán desarrollado otras nuevas características de manera natural, incluso sin modificar el ADN artificialmente. Así, siguiendo la teoría de la evolución podríamos afirmar que aquellas personas que presentan una inteligencia o habilidad superiores a la media, combinadas con una forma física excelente son seres humanos superiores, que han alcanzado el futuro de la evolución gracias a la lotería genética que es el ADN.
Muchos de los prejuicios creados alrededor de la modificación genética artificial se remontan a los experimentos practicados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, con sus intentos de mantener la supremacía de la raza aria y exterminar el resto.
En un futuro, la ingeniería genética será mucho más común que hoy
Sin embargo, lo que el trashumanismo intenta conseguir, lejos de parecerse a estos actos, pretende acercarse más a lo que se lleva años haciendo en agricultura: la combinación del ADN de ciertas especies para conseguir productos mejorados.
Todavía dentro de la comunidad científica prima el número de defensores de la naturaleza humana que de la mutación genética. De entre este último grupo, destaca el profesor de Harvard George Church, quien ha desarrollado una lista de mejoras que es partidario de incluir en el ADN de un bebé antes de su nacimiento.
Empezaría por añadir una variante del gen MSTN muy común entre atletas para facilitar la formación de masa muscular. Ciertas modificaciones, según Church, ayudarían al niño a evitar desarrollar enfermedades derivadas de infecciones víricas e incluso enfermedades como la diabetes, el cáncer o el Alzheimer. El humano modificado tendría mucho menor riesgo de sufrir accidentes cardiovasculares, sus huesos serían mucho más duros de lo normal y reduciría notablemente su sensibilidad al dolor. Incluso desaparecería el olor corporal.
Imaginar un ser humano con semejante resistencia al dolor y las enfermedades y cuyas características sean positivas prácticamente en su totalidad parece algo difícil de asimilar pero favorable. Sin embargo, no todo es tan agradable ni tan fácil como pueda parecer de la teoría del profesor Church. Por el momento se desconoce el funcionamiento de gran parte de los genes, sobre todo teniendo en cuenta que muchos se desarrollan dependiendo de factores ambientales externos y otros genes se dedican en exclusiva a regular la expresión de otros genes. Hasta que no se alcance un control más exhaustivo del funcionamiento del engranaje genético no será posible realizar ningún tipo de cambios en el ADN.
Conforme avanza la ciencia, podemos pensar que con el paso de los años las terapias génicas y los test genéticos se convertirán en algo mucho más común que hoy en día y, más adelante, aparecerán las modificaciones genéticas embrionarias con el objetivo de evitar la aparición de enfermedades. Una vez logrado esto, el siguiente paso sería realizar el mismo proceso pero con el objetivo de mejorar cualidades como la forma física, la belleza, la personalidad o la inteligencia.
La ingeniería genética sigue siendo un tema controvertido sobre el que la comunidad científica no logra ponerse de acuerdo. Las cuestiones éticas y morales cubren este tipo de innovación, puesto que los riesgos serían también muy grandes. Por supuesto, de ponerse en marcha este tipo de técnicas, existiría un lado oscuro a tener en cuenta y es que, en malas manos, podría dar lugar a algún tipo de bioterrorismo que hiciera, por ejemplo, más letales los virus o sirviera para hacer cualquier tipo de daño.
Así pues, queda la duda de si el ser humano continuará su evolución siguiendo los pasos marcados por la propia naturaleza o será la propia humanidad la que ponga de su parte para contribuir a una mayor rapidez de la llegada de esa evolución. ¿Es ético jugar con la genética? ¿es peligroso? ¿deberíamos esperar a diseñar un plan de control supervisado que minimice un posible mal uso de la misma? Solo el tiempo podrá contestar a estas preguntas.
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