¡Saber es poder! Quemar grasa es una ciencia y sólo si comprendemos cómo funciona podremos lograr nuestro objetivo. La pérdida de peso es una de las metas que más personas se plantean cada año. Sin embargo, muchos desisten al poco de comenzar debido a la falta de resultados. La respuesta a por qué ocurre esto es muy sencilla.
Para alcanzar nuestro peso ideal hay que comprender cómo se comportan los alimentos respecto a nuestro organismo. Saber cómo se construyen los depósitos de grasa y las señales que éstos envían al cuerpo nos ayuda a comprender cómo se consigue la quema de grasa. La pérdida de peso es una ciencia, y si ignoramos este sencillo concepto, será difícil alcanzar nuestro objetivo.
Normalmente, los alimentos que consumimos tienen más calorías de las que nuestro cuerpo utiliza de forma inmediata. El resto de los nutrientes se envía a tejidos diseñados para almacenar las calorías para su posterior uso.
De la comida que ingerimos normalmente, los azúcares y aminoácidos de proteínas se almacenan como una cadena de almidón, mientras que la grasa se queda almacenada en el tejido adiposo. Lejos de lo que mucha gente puede pensar, el tejido adiposo no es una bolsa de grasa que sólo sirve para hacernos engordar. Es muy importante puesto que su función es almacenar energía que el cuerpo puede utilizar durante periodos de hambre o de actividad prolongada. Además, evita que la grasa se acumule en arterias, depósitos intramusculares o en el hígado.
El número de células de grasa que contiene nuestro cuerpo no es el mismo desde que nacemos, sino que varía y puede aumentar, además de que también pueden incrementar su tamaño si reciben un suministro excesivo de grasa. Estas células tienden a aumentar de tamaño a mucha más velocidad que de número. Las que crecen reciben el nombre de hipertrofiadas y envían una señal indicando que el organismo se encuentra en un estado más tóxico de lo que debería.
La grasa viaja por la sangre sobre todo en forma de lipoproteínas. Cuando los adipocitos crecen, esto se debe a que existe un suministro grande de grasa circulando en la sangre, lo que emite unas señales que activan las enzimas de las células de grasa. Una de estas enzimas, la lipoproteína lipasa (LPL), impide el paso del resto de lipoproteínas a través de la sangre La LPL se activa durante y después de las comidas o bajo la influencia de la insulina. El estrés físico y el ejercicio disminuyen su actividad.
Algo importante a tener en cuenta cuando queremos bajar de peso es que cuando el estómago está lleno el cuerpo almacena calorías que conserva para utilizarlas posteriormente. Éstas son las calorías que proporcionan energía a los músculos cuando estamos haciendo ejercicio o alguna otra actividad física y cuando tenemos hambre. Teniendo esto en mente, lo que se debe hacer es evitar los alimentos altos en calorías y promover la actividad después de las comidas para estimular la LPL en los músculos, en vez de las células grasas.
Situaciones externas de nuestro día a día, tales como el estrés pueden suponer un mayor almacenamiento de grasa en nuestras células
Tienen que tener especial cuidado las personas que son más resistentes a la insulina, puesto que liberan más cantidad de esta hormona tras las comidas y suelen presentar aumentos del tamaño de sus células grasas. Como consecuencia, éstas no activan la enzima LPL y se produce una liberación de ácidos grasos que se sitúan en zonas del cuerpo en los que no deberían estar. Se crea así un desorden en el metabolismo que aumenta el riesgo de padecer diabetes de tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
Para combatir el exceso en los depósitos de grasa podemos recurrir a ciertos fármacos que inhiben el almidón o la asimilación de la grasa o a los que mejoran la sensibilidad del cuerpo a la insulina. Sin embargo, debemos tener cuidado e informarnos siempre antes de tomarlos, ya que algunos pueden aumentar los depósitos de grasa, con lo que el resultado obtenido no sería el que deseamos.
Otro factor clave para la pérdida de grasa lo componen los receptores y enzimas existentes en las células de grasa. Esto significa que el almacenamiento de grasa, no solo ocurre cuando comemos, sino que también nos afectarán otros factores o situaciones externas, ajenas al mecanismo interno de nuestro cuerpo pero frecuentes en nuestro día a día. Así, puede ocurrir cuando nos exponemos a grandes cantidades de azúcar o de insulina, cuando nos encontramos en un estado de excesivo reposo o incluso en las épocas en las que estamos sometidos a un mayor estrés.
Un concepto clave que debemos comprender a la hora de perder peso es que nadie nos quiere más que nuestro propio cuerpo. Todo lo que nuestro organismo hace, lo hace pensando que es lo mejor para el buen funcionamiento del mismo. Y esto ocurrirá siempre, independientemente de lo mucho que nosotros queramos adelgazar. Por lo tanto, en ningún momento va a dejar de almacenar esa grasa que utiliza como reserva de energía para los músculos. Lo que nosotros debemos hacer es reducir ese almacenamiento al mínimo necesario para evitar que venga acompañado de un aumento de nuestro volumen.
Las reservas de grasa responden a la insulina y existen varias hormonas que se oponen a su acción. La hormona tiroidea tiene mucha importancia en el proceso de pérdida de grasa. Durante épocas de ayuno o dietas hipocalóricas prolongadas, tiende a reducirse y con ella, disminuye también el gasto total de energía en el proceso. Durante el ayuno –que no es aconsejable alargar más de un día- o las temporadas en que ingerimos pocas calorías, el cuerpo empieza a tirar de sus propias reservas para proporcionar energía a los músculos y órganos, propiciando así la quema de calorías y, por lo tanto, la pérdida de peso. El ejemplo más claro de este proceso está en la noche. Para la mayoría de las personas, el período de ayuno diario más largo es el que utilizan para dormir. Por eso, al consultar la báscula por la mañana pesamos menos.
Es importante moderar el ejercicio que se realiza en ayunas a primera hora de la mañana. Éste resulta muy eficaz porque el cuerpo no ha recibido alimentos en unas cuantas horas, por lo que no le quedará más remedio que utilizar lo que ya tiene guardado. Sin embargo, el ejercicio prolongado o de alta intensidad en esta situación puede llevar a una pérdida de masa muscular.
La pérdida de peso es un proceso largo y costoso. Si bien es verdad que existen suplementos que pueden ayudarnos a lograr resultados, es cierto que el trabajo debe salir de nosotros mismos. Podemos cambiar nuestro cuerpo pero siempre vamos a tener el mismo, así que debemos mimarlo. Así, no solo nos veremos bien físicamente sino que nos sentiremos más sanos.
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