El cáncer es hoy en día uno de los primeros motivos de muerte en la sociedad actual. Afecta a diversas partes del organismo y en muchos casos resulta incurable. La investigación en la lucha contra el cáncer es uno de los más importantes cometidos de la medicina moderna y cada avance, por pequeño que sea, es bienvenido. El último de estos avances ha llegado por parte de un inesperado investigador, un norteamericano de solo dieciséis años
Jack Andraka tenía solo trece años cuando tuvo que sufrir a causa de un cáncer. Lo sufrió de forma indirecta, como sufren todas aquellas personas que ven cómo esta enfermedad va apagando poco a poco la vida de un ser querido. Fue un cáncer de páncreas lo que causó la muerte de una persona cercana al entorno de este joven estadounidense pero, en lugar de venirse abajo tras ese trágico suceso, el pequeño Jack decidió poner todo de su parte para evitar que lo mismo le ocurriera a otras personas.
Cabe pensar que se trataba solamente de delirios de la edad, que todos los adolescentes sueñan con cambiar el mundo, ser grandes e importantes, marcar una diferencia. En cierto modo es un pensamiento cierto pero, una vez de cada muchas uno de estos chavales realmente sobresale y marca una diferencia. Tres años después de que aquel cáncer de páncreas le cambiara la vida, el joven Jack, contando ahora con dieciséis primaveras, ha creado un invento revolucionario. Se trata de un sensor que detecta el cáncer en sus etapas más tempranas.
Todo comenzó cuando el chico decidió interesarse por el tema del cáncer tras sufrir esta desgracia. A Jack le explicaron que el cáncer de páncreas sólo puede ser detectado una vez que la enfermedad ha alcanzado un avance tan elevado que ya resulta imposible de tratar. Nunca antes. A partir de entonces, el muchacho decidió investigar por su cuenta y recabar toda la información posible sobre esta enfermedad.
Años después de empezar esta investigación, Jack Andraka descubrió un modo rápido, sencillo y efectivo de detectar la enfermedad, algo que, una vez desarrollado, podría llegar a salvar miles de vidas ayudando a la curación del cáncer antes de darle tiempo a avanzar hasta estados incurables. El estudio de Jack comenzó con una investigación de las ocho mil proteínas presentes en la sangre hasta que llegó a la conclusión de que una de ellas, llamada mesotelina, se dispara en las etapas tempranas del cáncer de páncreas.
Durante un evento llamado Festival de las Mentes Brillantes, Jack demostró la suya era sin duda merecedora de tal calificativo, pues explicó que su sensor utiliza anticuerpos que se entretejen en una red de nanotubos de carbono detectando así los niveles de mesotelina en el paciente.
El sensor creado por Jack detecta en cinco minutos la presencia de una proteína concreta que se dispara cuando empieza a desarrollarse el cáncer
El invento –consistente en un simple y barato sensor de papel- tarda únicamente cinco minutos en detectar la presencia de tres tipos de cáncer, como son el de páncreas, el de ovario y el de pulmón.
Este método es muchísimo más barato, efectivo y no invasivo que los que se utilizan actualmente. Además, al detectar la enfermedad en sus primeras etapas, la posibilidad de curación es siempre mucho mayor, pues la posibilidad de sobrevivir al cáncer es menor cuanto más avanza la enfermedad. Por si todo esto fuera poco, el joven Jack también añadió en su presentación que si se cambia el anticuerpo, el mismo invento puede servir para detectar otros tipos de cáncer e incluso enfermedades diferentes como el Alzhéimer o el VIH.
El sensor descubierto por este talentoso joven costaría en el mercado apenas unos tres centavos de dólar y no tardaría más de cinco minutos en detectar la posible presencia de un cáncer en el usuario del mismo, siempre que la enfermedad se encontrase en una de sus primeras etapas, ya que la potencia del sensor lo limita a partir de cierto avance de la enfermedad.
Semejante descubrimiento podría suponer un importante avance en la lucha contra el cáncer si se desarrolla de forma completa y efectiva la investigación a partir de lo que el pequeño Andraka consiguió por sus propios medios. Sin embargo, Jack ha recibido la negativa de ayuda de varios laboratorios, que no han querido invertir su tiempo y su material en seguir el trabajo del joven estadounidense.
Supuestamente, el motivo de esta negativa radicaría única y exclusivamente en el campo económico. El aparato inventado por Andraka valdría unos tres centavos, un precio totalmente ridículo en comparación con el coste de muchos de los medicamentos modernos que se venden en las farmacias. Las industrias farmacéuticas ganan grandes cantidades de dinero gracias a la conocida como “industria del cáncer” por lo que el motivo de no querer avanzar la investigación de este proyecto estaría ligada a una importante pérdida de dinero en caso de que se desarrollara satisfactoriamente el sensor de Jack.
Andraka contactó con hasta doscientos laboratorios a los que envió solicitudes para que trabajaran con su descubrimiento y avanzaran de forma profesional en su investigación, pero siempre recibió negativas al respecto. Sin embargo no todo está perdido porque la Universidad Johns Hopkins decidió dar el paso adelante y ayudar al desarrollo del sensor creado por Jack.
El invento se encuentra todavía en trámites de patentes y en fase de desarrollo pero de darse los resultados favorables podríamos encontrarnos ante un importantísimo avance en la lucha contra la lacra que es hoy en día el cáncer. Si se aprobase el invento, resultaría una auténtica revolución en el campo de la medicina que ha llegado de manos de quién menos cabría esperar, un joven, apenas un niño, que decidió dar un paso adelante y marcar una diferencia.
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