Los complejos vitamínicos y los antioxidantes no son tan buenos como pensábamos. Muchos de ellos, en vez de mejorar nuestra calidad de vida estarían elevando el riesgo de mortalidad
Suplementos vitamínicos, pastillas mágicas para el cansancio, antioxidantes varios. Son mil y una las diferentes píldoras que la publicidad nos vende. Los anuncios nos prometen cosas de lo más variopinto: desde no volver a coger un resfriado en la vida hasta aguantar largas noches sin dormir y, a la mañana siguiente, no parecer una lechuga mustia o prevenir el tan temido cáncer o el alzhéimer. En el mundo se gastan millones de euros al año en este tipo de producto milagroso que, en muchos lugares, se consume como si de agua se tratase. Pero, ¿qué hay detrás de los antioxidantes y las pastillas vitamínicas? ¿Realmente sirven para algo? ¿Nos hacen bien, nos hacen mal o son simplemente el mayor negocio de este siglo?
Son muchos los estudios, buenos y malos, que alaban o critican estos famosos suplementos dietéticos. Desde hace años los científicos sospechan que las vitaminas A y E, el betacaroteno u otros antioxidantes no producen ningún efecto positivo apreciable en la salud de las personas que las consumen. Un nuevo estudio publicado en el Journal of the American Medical Association confirma las sospechas de los científicos y va más allá si cabe: las pastillas antioxidantes no solo no aportan ningún beneficio a quien las toma sino que podrían estar acortando sus vida. Se ha descubierto que los complementos alimenticios de betacaroteno y vitaminas A y E ya mencionados elevan la mortalidad en un 7%, 16% y 4% respectivamente.
A diferencia de los estudios realizados hasta ahora -la mayor parte de ellos encargados directamente por las grandes empresas productoras de suplementos- éste se trata de un análisis de todas las investigaciones llevadas a cabo hasta la fecha sobre los efectos sobre la salud de los principales antioxidantes: betacaroteno, selenio y vitaminas A, E y C.
El mayor riesgo de los antioxidantes se encuentra en su consumo prolongado en el tiempo. Pero, ¿qué son exactamente estos antioxidantes? Cuando hablamos de fármacos antioxidantes no podemos olvidar que también hablamos de una parte esencial de la naturaleza humana: el oxígeno, algo tan importante pero también tan nocivo en altas dosis. El ser humano sufre un proceso constante de oxidación desde el momento en el que nacemos. Nos oxidamos tanto por dentro como por fuera, tanto nuestra piel como cada una de nuestras células. Este proceso de oxidación -el mismo que sufre una manzana, por ejemplo, al cortarse por la mitad y dejarse al aire- se denomina “estrés oxidativo” o, más comúnmente, envejecimiento.
Su eficacia en la prevención de enfermedades es cuestionable, llegando incluso a poder perjudicar la salud. Mientras el selenio y la vitamina C no parecen producir ningún tipo de efecto en cuanto a la mortalidad, el resto de antioxidantes estudiados parecen elevarla.
Dependiendo del nivel de estrés oxidativo de las células se tendrá más tendencia o menos a sufrir distintas enfermedades crónicas. Para entenderlo de una forma visual imaginémonos que cada célula de nuestro cuerpo lleva incorporada un diminuto hornillo -la mitocondria- que está constantemente quemando oxígeno. De esta manera se crea la energía que nuestro organismo consume y aprovecha, pero este proceso también crea y libera una moléculas denominadas “radicales libres” que, si no son combatidas rápidamente por los antioxidantes naturales, son las causantes de enfermedades diversas tales como la diabetes, hipertensión, alzhéimer, cáncer, fibromialgia entre otras.
Visto esto, ¿cuál sería la opción más beneficiosa? ¿Qué deberíamos hacer? En primer lugar, todas las personas que no tienen ninguna carencia vitamínica diagnosticada por un profesional deberían prescindir -por salud y por ahorro de dinero- de los antioxidantes y suplementos vitamínicos, ya que el cuerpo produce todo lo necesario a través de los nutrientes que consumimos a diario. Por otro lado, la recomendación básica es la de siempre: controlar la ingesta de alimentos, procurando tomar mucha fruta y verdura -ya que los alimentos son los únicos que contienen la ingesta vitamínica necesaria, ni más ni menos-, y mantener una rutina equilibrada en todos los sentidos. Este es el único método que puede garantizar una vida sana.
En caso de carencias, siempre es más recomendable consumir antioxidantes naturales -extraídos directamente de frutas y verduras- que aquellos creados sintéticamente a partir de productos químicos. Los antioxidantes más importantes los encontramos dentro de nuestras propias células como ocurre con la glutatión, catalasa y el superóxido dismutasa y en la actualidad no existe ningún suplemento que complemente un déficit de cualquiera de los tres. Las vitaminas y antioxidantes sintéticos no pueden convertirse en una rutina diaria como comer fruta o lavarse los dientes. Todo en exceso sobra o es contraproducente y eso mismo es lo que ocurre con los complejos vitamínicos, sin excepción.
Es cierto que hoy en día la mayoría de las personas lleva un modo de vida frenético, exponiéndose a la contaminación de las ciudades, a altos niveles de estrés, al ejercicio excesivo y a una alimentación basada en comidas rápidas y no todo lo sanas que deberían ser. Como es de esperar, el organismo nota todo esto y no le es favorable. Razón por la que entre un 8 y un 10% de los españoles toma de manera habitual suplementos vitamínicos, y eso considerando que España no es uno de los países de mayor consumo de los mismos. Sin embargo, antes de caer en una ingesta descontrolada y constante de suplementos debemos comprender que el equilibrio es la clave para mantener una vida saludable. Si tenemos suficientes antioxidantes para evitar enfermedades, nos encontraremos bien. Y si esos antioxidantes nos llegan de manera natural no necesitaremos recurrir a ningún tipo de suplemento y arriesgarnos a que sus efectos sean, en algún modo, negativos y al final resulte peor el remedio que la enfermedad.
Ahora, solo queda esperar y comprobar que los próximos estudios sobre los complejos vitamínicos y antioxidantes corroboren sus efectos nocivos sobre la salud. Mientras tanto es mejor obtener los nutrientes necesarios de los alimentos que la naturaleza nos ofrece.
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