El cáncer de mama afecta anualmente a más de 200.000 mujeres en todo el mundo. Se trata de una enfermedad que representa el 16% de los cánceres femeninos. Una dieta sana siempre ayuda a prevenir las enfermedades de todo tipo. Y, en especial, para el cáncer de mama, es beneficioso reducir los productos lácteos.
Durante años, la ciencia ha estudiado métodos para combatir este tipo de cáncer que sufren tantas mujeres a lo largo y ancho de la geografía mundial. Aunque las investigaciones han avanzado mucho en lo que a una curación respecta, se siguen realizando numerosos estudios que ayuden a las mujeres del mundo a prevenir y evitar llegar a sufrir algún día esta enfermedad.
Una de las acciones de prevención más curiosas y desconocidas por el gran público pasa por control de la alimentación. Por supuesto, las bases de una vida sana y una buena salud las consolida la combinación de una dieta equilibrada y la realización de ejercicio físico con regularidad. Lo que mucha gente desconoce es que, para prevenir el cáncer de mama es recomendable que en las costumbres de alimentación equilibrada se reduzca el consumo de productos lácteos.
La doctora Jane Plant es una científica geoquímica que años atrás fue víctima del cáncer de mama. Al sufrirlo en su propia persona, la doctora Plant decidió estudiar en profundidad los hábitos y estilos de vida propicios para la prevención y la mejoría de esta enfermedad.
Tras vivir la experiencia del cáncer de mama, Plant escribió un libro llamado “Your life in your hands” (tu vida en tus manos) contando esta vivencia y cuáles fueron los hábitos alimenticios que ayudaron a su mejoría. La doctora ideó una dieta especial que, está convencida, jugó un papel crucial en la recuperación de su enfermedad, de la que salió después de sufrir hasta cinco tumores distintos.
Eran los últimos años de la década de los 80 cuando a la profesora Jane Plant le diagnosticaron cáncer de mama. Había desarrollado varios tumores pero sabía que debía luchar sin rendirse. Fue su marido Peter, también científico, quien le puso sobre la pista de lo que terminó siendo una revolucionaria dieta recomendada para ayudar en la curación del cáncer. Peter- que así se llama su esposo- acababa de regresar de un viaje a China cuando su mujer comenzaba el tratamiento de quimioterapia. Peter traía de China una serie de supositorios naturales y hierbas medicinales para su esposa, puesto que decía que era lo que utilizaban en China para combatir el cáncer de mama. La pareja se tomó a modo jocoso el rudimentario tratamiento hasta que cayeron en la cuenta de que el motivo por el que la medicina para este campo no era tan avanzada en aquel país era porque el número de mujeres afectadas allí era notablemente menor. En aquella época la ratio de mujeres que fallecían en China por cáncer de mama estaba en una de cada diez mil mujeres, mientras que en el Reino Unido el dato llegaba a una de cada doce.
Según la profesora Jane Plant, los productos lácteos son al cáncer de mama lo que el tabaco es al cáncer de pulmón. Eliminarlos de su dieta fue un paso crucial en su lucha contra la enfermedad.
Aquel dato llamó tremendamente la atención de la científica que descubrió además que cuando las mujeres chinas o japonesas se trasladaban a países de occidente, en sólo un par de generaciones, se amoldaban a las tasas de contracción de cáncer de mama presente en esos nuevos países. Jane Plant se planteó entonces estudiar qué hábitos diferenciaban a las mujeres occidentales de las orientales. Descubrió que esa diferencia se encontraba en los hábitos alimenticios, que cambiaban mucho entre distintas naciones. Y una de esas diferencias notables se encontraba en la ausencia de productos lácteos en la dieta de las personas orientales.
Para la sorpresa de la profesora Plant y su esposo, descubrieron que los chinos no suelen ingerir productos lácteos ya que su costumbre es que sólo los bebés se alimenten de leche y siempre de nodriza, no de vaca. El motivo es que la leche es la causa de varias alergias alimenticias. Una gran parte de la población presenta intolerancia a la lactosa y como consecuencia, cerca de un 70 por ciento de la gente tiene dificultades para digerir la leche, hecho que ha llevado a algunos científicos a plantearse que no se trate de una anomalía sino de una condición común a todos los adultos.
En vista de todos estos datos, la profesora Plant tomó la decisión de eliminar todos los productos lácteos de su dieta. Por aquel momento, Plant ya comenzaba la quimioterapia de su quinto tumor. Los resultados de su experimento alimenticio dieron resultados casi inmediatamente. En cuestión de días el tumor comenzó a reducir su tamaño y al cabo de un par de semanas el tumor situado en su cuello había desaparecido.
Según la profesora, la leche es al cáncer de mama lo que el tabaco al de pulmón. El motivo estaría en que la leche es un medio de transporte de componentes químicos necesarios para el desarrollo de los bebés, como la insulina factor del crecimiento o IGF-1. Este factor biológico está presente tanto en la leche materna como en la de vaca, pero lo está en mayor medida en esta última. Un nivel alto de IGF-1 en adultos es considerado un factor de riesgo para el cáncer de mama y próstata.
Por todos estos motivos, Jane Plant induce, a través de su libro, a dejar de lado los productos lácteos de todo tipo para impedir que su consumo termine en un desarrollo del cáncer que ella sufrió. Para compensar la eliminación de unos productos tan comunes en el mundo occidental como son el queso o los helados, Plant propone sustituirlos por alimentos de otros tipos, como el té de hierbas, la semilla de sésamo, el tofu, las nueces, el pescado o los huevos orgánicos.
A día de hoy la teoría de la profesora Jane Plant en relación al cáncer de mama sigue siendo fuente de polémicas en el mundo científico. Sin embargo, vale la pena para aquellas mujeres que padecen cáncer de mama, echar un vistazo al libro escrito por la científica y leer su experiencia para así juzgar por sí mismas.
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