Dos investigaciones paralelas podrían haber encontrado la cura contra el cáncer con menos efectos secundarios hasta ahora conocida. Un equipo de investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (España) y otro del Massachusetts General Hospital (EEUU) coinciden en que los telómeros son la clave para atacar y destruir las células cancerígenas sin a penas dañar las sanas.
Investigadores estadounidenses y españoles descubren una pieza clave en la lucha contra el cáncer. Un equipo de investigadores del Massachusetts General Hospital y otro del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) han descubierto y desarrollado, por separado, tratamientos que actúan sobre los telómeros y que podrían acabar con el cáncer una vez producido.
Tal y como publicaba la revista Science, la investigación norteamericana se ha realizado en células tumorales en laboratorio y no en pacientes. Los osteosarcomas, glioblastomas o algunos tipos de cáncer de páncreas podrían convertirse en tumores menos resistentes gracias a éste método para la cura de los denominados tumores ALT (Alargamiento Alternativo de los Telómeros) positivos. Según explica uno de los co-autores de la investigación, Lee Zou, la células cancerosas se apoyan en la encima de la ALT para saltarse los procedimientos de envejecimiento y muerte celular, y esto podría cambiar con el nuevo descubrimiento.
Por su parte, la investigación española se ha publicado en la revista EMBO Molecular Medicine y, hasta ahora, ha servido para desarrollar un fármaco que bloquea el cáncer de pulmón en ratones de laboratorio. Para llevar a cabo la investigación, el equipo español, liderado por María Blasco, ha utilizado ratones con genes reguladores inactivos de manera tal que, al estar modificados, se desarrolla un cáncer de pulmón. La clave de esta investigación radica en que este tipo de cáncer, el de pulmón, tiene una de las mayores tasas de mortalidad a nivel mundial y hasta ahora ha tenido poca investigación con resultado favorable a nivel terapéutico. Pero antes de explicar las claves de estos descubrimientos es necesario entender la naturaleza y función de los telómeros.
Los telómeros son regiones de ADN que se encuentran en los extremos de los cromosomas y están directamente vinculados con enfermedades relacionadas con el envejecimiento y el cáncer. Estas pequeñas regiones de los cromosomas tienen una función esencial: la protección del ADN de la células que se dividen. Son los encargados de hacer que las células se dividan y mueran, o se alarguen y vivan.
En una persona sana, el proceso que se sigue es sencillo. Cuando una célula se acorta -hasta el mínimo viable- los telómeros le envían una señal para que frene la división. De esta manera se asegura que la información genética permanece intacta y, a la vez, se limita la vida de la célula.
En otras palabras, las células sanas están destinadas a dividirse hasta morir mientras las “malas” reparan sus telómeros de forma permanente y viven de manera ilimitada.
Por el contrario, en una persona enferma las células cancerígenas han descubierto la manera de evitar que la célula se acorte, por lo que la longitud telomérica aumenta promoviendo la inmortalidad de las células enfermas y haciendo el cáncer más resistente.
Nos encontramos con la dualidad del telómero: por un lado, es necesario su acortamiento para evitar y debilitar enfermedades como el cáncer. Por otro, su longitud es sinónimo de algo que nos llama la atención: la ralentización del envejecimiento.
Normalmente, las células cancerígenas se apoyan en la propia enzima telomerasa para conseguir una mayor longitud de los telómeros; sin embargo, hay una segunda vía mucho menos estudiada para conseguir el mismo resultado: la ALT. Algunas células tumorales se apoyan en esta segunda vía para alargar el telómero mediante una combinación con secuencias de ADN de otros cromosomas. Lo que nos lleva directamente al descubrimiento del Massachusetts General Hospital.
El estudio de los científicos estadounidenses ha descubierto que una proteína (denominada ATR) juega un papel fundamental en la regulación de la vía ALT anteriormente mencionada. De esta manera, una molécula actúa sobre la ALT interviniendo sobre la parte de los tumores que hace que las células “malas” proliferen. En definitiva, el tratamiento inhibe el crecimiento de las células cancerígenas y dificulta su supervivencia. Es más, en las pruebas en el laboratorio, se ha descubierto que los inhibidores de la ATR (los VE-821 y AZ20) son capaces de eliminar y llevar a la muerte a células ALT positivas de muestras de osteosarcomas y glioblastomas.
Este descubrimiento supone una mejora en los tratamientos oncológicos y sus efectos adversos. Aunque no para todos, sí para aquellos tumores cuyas células se apoyan en la vía ALT. De esta manera se podrá tratar directamente las células cancerígenas dejando prácticamente intacto el tejido sano que las rodea. Un nuevo avance que, de ser corroborado en pacientes, podría suponer un paso hacia delante en la lucha contra el cáncer.
El tratamiento ideado en España no dista mucho del llevado a cabo en el Massachusetts General Hospital. Las diferencias radican en la proteína bloqueada. El CNIO ha desarrollado un mecanismo para bloquear los telómeros de las células tumorales y, de esta manera, bloquear el desarrollo del cáncer. Para ello han conseguido bloquear la proteína protectora de este tipo de telómeros, la denominada TRF-1, sin dañar ni afectar a las células sanas circundantes. En otras palabras, el experimento ha consistido en destruir el escudo protector de los cromosomas, esencial en la división celular. Con la destrucción del escudo se genera un daño en el telómero que provoca que las células cancerígenas mueran al intentar dividirse. De esta manera se ataca directamente a la fortaleza de esta células malignas.
María Blasco, a la cabeza del proyecto del CNIO, reconoce que, a pesar de las dudas iniciales sobre los efectos secundarios del nuevo tratamiento, éstos han demostrado ser “soportables” debido a que “en los tejidos normales, al haber mucha menos división celular que en el tumor, se genera comparativamente menos daño en las células”. Parece que estamos, pues, en el camino correcto para vencer el cáncer de una vez por todas.
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