El mercado de los suplementos proteínicos está en auge y, con él, la publicidad engañosa y los productos fraudulentos. Una pequeña guía de estrategias y pautas a tener en cuenta a la hora de realizar nuestra compra conseguirá que no nos den “gato por liebre”. Prestar atención al etiquetado y al envasado es la clave.
Hoy en día la publicidad forma parte de nuestro día a día. Vayamos donde vayamos siempre está ahí, siguiéndonos, intentando crear necesidades ficticias para comprar tal o cual producto, metiéndose en nuestro cerebro para que creamos en ella. La publicidad es el gran instrumento de venta del siglo XXI pero debemos tener muchos cuidado con ella. No todo lo que nos ofrece es beneficioso –nos damos cuenta de ello, sobre todo, cuando observamos los anuncios de suplementos alimenticios y nos paramos a pensar. Pastillas mágicas, batidos milagrosos, barritas quita-hambre… Así que, ya sabes, no te fíes de la publicidad sin contrastar antes los datos.
La publicidad engañosa otorga cualidades a productos que, en realidad, no las tienen. Los suplementos proteínicos, como no podía ser de otra manera, se encuentran en el centro del huracán. A la hora de comprarlos es importante saber de dónde viene el producto, si lo que dice su etiqueta y lo que hay dentro del frasco tiene relación y, sobre todo, si estamos pagando por lo que nos están vendiendo o nos están tomando el pelo –y jugando con nuestra salud.
Una proteína falsa o fraudulenta no solo es un gasto de dinero innecesario sino que puede suponer un riesgo real para nuestra salud y hay una cosa que debemos tener claro: con nuestra salud no se juega. Por ello, para identificar si la proteína que vamos a adquirir es la que tiene que ser, primero debemos aprender es a diferenciar entre un suplemento real y uno fraudulento. ¿Pero, cómo?, te preguntarás. Para que no haya dudas, aquí van las claves básicas:
Empecemos con los obvio. Compra solo en tiendas de confianza y marcas conocidas. Lo mismo si se va a efectuar la compra vía internet: nunca debemos comprar en webs poco fiables o sin garantías. Además, aunque esto pueda parecer obvio, no compres un suplemento de proteínas –o de ningún tipo ya que estas recomendaciones básicas sirven para casi todo- si la etiqueta parece “rara” o hay indicios de que pueda haber sido manipulada. ¿Cómo saberlo? En la tienda te dicen que es una marca nueva, recién llegada del extranjero, pero en la etiqueta no señalan ni fabricante, ni país de origen, ni teléfono de contacto, ni dirección.
Parece una tontería pero el etiquetado es muy importante: comprueba siempre los logos, la ortografía y las etiquetas específicas. Si algo no cuadra es muy probable que estés ante un producto que no deberías adquirir
Si esto sucede está claro que hay algo sospechoso en el producto –o al menos en el proceso de envasado, que ya es suficiente para desconfiar y no comprarlo.
Si lo que ocurre es que ya tienes el bote de proteínas en tus manos y quieres comprobar si, en efecto, te “la han colado” lo primero que debes hacer es revisar cuidadosamente el envasado y sellado: observa si está cerrado al vacío o si ha sido abierto con anterioridad y comprueba que el “papelito” que hay bajo la tapa sea rígido –nunca de cartón, eso probaría que es falso- y esté formado por un patrón similar al panal de abejas. Aunque parezca obvio, también se debe comprobar si el plástico del envoltorio y el del propio bote (interno) están intactos.
Por otro lado, a veces nos encontramos con “súper chollos” ahorro en suplementos alimenticios que no son conocidos. De repente encontramos una proteína nueva cuyo precio está verdaderamente alejado del de sus semejantes. Ahí, sospecha otra vez. A productos similares, precios similares –eso de que haya 20€ o más de diferencia huele a cuento chino. Además, no podemos olvidar que es obligatorio en productos destinados a la alimentación para su comercialización en la Unión Europea –da igual del país que venga- que la etiqueta incluya una tabla nutricional; sin ella, una vez más, algo falla.
Eso sí, hay que tener en cuenta que al estar hablando de proteínas, debemos fijarnos en algo muy concreto del etiquetado: su desglose de aminoácidos. Todo suplemento proteínico debe llevar, a parte de la tabla nutricional, un aminograma que desglose los aminoácidos que la proteína contiene. En concreto, deberán aparecer los aminoácidos esenciales como la Histidina, Isoleucina, Leucina, Lisina, Metionina, Fenilalanina, Triptófano, Valina y Treonina. Si no aparecen en ninguna parte –como ya hemos dicho varias veces- desconfía.
Ahora, centrémonos un poquito más en cómo leer el aminograma de la etiqueta del suplemento de proteína. Lo primero que debemos tener en cuenta es si estamos hablando de una proteína de aislado de suero de leche –la más común- o no. En caso afirmativo, habría que prestar atención a su porcentaje de aminoácidos ramificados, es decir, no añadidos sintéticamente. Dicho porcentaje, en su totalidad, debería ser igual o superior al 20% –cualquier cifra por debajo nos estaría diciendo que es una proteína de baja calidad y, por tanto, se trataría de un producto fraudulento. Si, por el contrario, estamos hablando de concentrados de sueros, este porcentaje deberá estar entre el 22-23% –sino, ya sabes ante lo que nos encontramos. En cualquier de los dos casos, lo único que tenemos que hacer es sumar la cantidad de isoleucina, leucina y valina para obtener el porcentaje total y saber si nos están vendiendo una proteína de verdad o una falsa. No lo olvides, los números nos dirán si nos están intentando vender la moto.
Siguiendo estos sencillos pasos y siendo muy cautelosos podemos estar tranquilos a la hora de consumir suplementos proteínicos. En un mercado que se ha extendido tanto en los últimos años debemos ir con cuidado y prestar siempre mucha atención. Nuestra salud es lo primero y de nada sirve consumir un suplemento para estar más sano si éste es fraudulento.
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