¿Sabemos realmente lo que comemos? El azúcar está presente en muchos de los alimentos y bebidas más comunes en nuestro día a día. Consumimos mucho más de lo recomendado y esto nos puede pasar factura. Algunos investigadores culpan de este consumo desmedido directamente a las industrias azucareras y la desinformación que, según ellos, provocan a propósito.
En estos tiempos de velocidad vertiginosa, de largos días de trabajo e interminables trayectos en transporte público, el tiempo que dedicamos a la comida se reduce considerablemente. Y con ello también el esmero en preparar y disfrutar de un plato sano. Comemos cualquier cosa en el limitado tiempo del que disponemos para ello y esto, a la larga puede pasar factura a nuestra salud.
Sentirnos bien por dentro y vernos bien por fuera. Ése es el principal objetivo que tenemos respecto a nuestra salud. Por ello, es muy importante tomar conciencia de qué es lo que nos llevamos a la boca, qué alimentos son buenos para nuestro organismo y cuáles son perjudiciales. Entre éstos últimos encontramos algunos tan presentes en nuestro día a día.
Muchas cosas han cambiado en las últimas décadas. Poco a poco vamos conociendo datos que nos llevan a cambiar hábitos en aras de mantener nuestra buena salud. Como ya ocurriera hace años con los estudios que nos alarmaron sobre los peligros del tabaco, hoy sabemos que otros elementos que hasta ahora nos parecían inofensivos son más nocivos de lo que creíamos. El azúcar es un claro ejemplo.
Se sabe que el consumo excesivo de productos azucarados tiene consecuencias negativas para el organismo, ya que provoca caries y problemas en las encías; provoca una rápida subida de adrenalina, ansiedad y reduce la capacidad de concentración. También eleva la tensión sanguínea y es clave en el aumento del llamado colesterol “malo”. Contribuye a la obesidad y es el principal motivo del desarrollo de la diabetes de tipo 2. El consumo excesivo de azúcar puede incluso llegar a inhibir el sistema inmunológico y debilitar las defensas del organismo.
Desde hace algunos años conocemos estos y otros peligros de abusar del azúcar. Ya sea por verdadero conocimiento de sus peligros o por evitar alimentos que nos hagan coger peso, mucha gente ya intenta evitarlo en la medida de lo posible. Sin embargo, el azúcar está presente en más alimentos de los que pensamos y sus efectos nocivos son aún desconocidos para la mayoría de las personas. Y esto se debe a que existe un encubrimiento por parte de la misma industria azucarera.
Siguiendo con el ejemplo del tabaco, hoy en día los fumadores conocen perfectamente los peligros de esta práctica, que vienen advertidos ya por las mismas tabacaleras.
El consumo excesivo de azúcar es causa directa del desarrollo de la obesidad y la diabetes de tipo dos.
Con el azúcar no ocurre esto. Un estudio científico ha destapado ciertas artimañas que las industrias azucareras estadounidenses llevaron a cabo para evitar de que los problemas que provoca el azúcar en la salud salieran a conocimiento del público y evitar así una reducción de su consumo.
Hace unos seis años, en 2010, una investigadora de la Universidad de California, Cristin Kearns, decidió poner en marcha un estudio sobre la vinculación del consumo de azúcares con enfermedades crónicas, en vista de la falta de información que encontraba en los documentos y libros publicados y las conferencias sobre salud a las que acudía, en las que nunca o casi nunca se trataba este tema. En su estudio, descubrió una serie de informes que demostraban la influencia que había ejercido la industria azucarera en la investigación científica durante la segunda mitad del siglo XX.
Las investigaciones sacaron a la luz conversaciones entre ejecutivos de la industria azucarera y miembros del Instituto Nacional para la Investigación Dental. Los documentos dejaban ver que la relación entre ambas partes se venía dando desde los años 50 y que ya desde entonces se conocía el efecto dañino para los dientes que tenía el consumo de azúcar. Para evitar una caída del consumo, las azucareras financiaban estudios e investigaciones dirigidas a encontrar una solución alternativa a esa reducción del consumo para luchar contra la caries.
Este descubrimiento llevó a Kearns a denunciar dicha práctica que, según expone, sigue vigente hoy en día, haciéndose presente en un enorme vacío de información que vincule el consumo de productos azucarados de consumo muy extendido, como las bebidas azucaradas o refrescos, y los crecientes casos de obesidad y desarrollo de diabetes del tipo 2. El estudio realizado por Kearns pretendía demostrar que la sombra de las azucareras se cernía –tanto en el pasado como hoy- sobre la investigación de sus efectos nocivos en la salud, haciendo que se publicaran estudios relacionados con aspectos que no perjudicasen a estas empresas y que se distrajera la atención a otros aspectos, como que el desarrollo de las enfermedades antes mencionadas es causado por falta de ejercicio y no por el consumo de productos hiperazucarados.
Averiguaciones como las de Kearns han derivado en la reciente medida que tomó la Organización Mundial de la Salud para disminuir el consumo desmedido de azúcares. La OMS recomienda reducir al 5% la ingesta de calorías diarias consumidas por un adulto medio. Esto, traducido a cantidades más visibles, se traduce en no más de una cucharada sopera de azúcar diaria.
Exista o no una influencia por parte de empresas privadas, es cierto que la gran mayoría de la población desconoce o ignora muchos de los efectos nocivos que el consumo de azúcar en nuestra dieta provoca en nuestra salud. Este “veneno” tan habitual en nuestra dieta continúa apareciendo en muchos de los productos que llegan a nuestras mesas. Es importante que tomemos conciencia de lo que damos a nuestro cuerpo, ya que somos nosotros, y sólo nosotros, los que debemos cuidar de él si no queremos lamentar las consecuencias en un futuro.
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